En numerosas ocasiones me he referido a la importancia de la investigación, como una de las destacadas funciones universitarias y incluso como fuente de recursos económicos de cualquier país, sobre todo si carece de riqueza natural. Se ha afirmado que un trabajo científico no ha terminado hasta que sus resultados llegan a ser publicados en una revista que disponga del mecanismo de la llamada peer-review (revisión por pares o expertos). En el caso de que se trate de una línea de investigación idónea para ello, lo ideal es que, además, el trabajo se vea coronado por la consecución de una patente.
Hoy deseo reflexionar sobre la naturaleza intrínseca de la autoría de los trabajos científicos, para llamar la atención sobre dos fenómenos relacionados entre sí que parecen estar en auge. Me refiero a los que en el mundo anglosajón reciben los calificativos de ghost-writer y guest author, es decir, escritor fantasma y autor huésped. El primer término se aplica a quien ha contribuido sustancialmente a un artículo sin que aparezca citado entre los autores. En castellano sería más propio llamarle negro, pues según la acepción nº 17 de la RAE, este adjetivo se puede aplicar a la “persona que trabaja anónimamente para provecho y lucimiento de otro, especialmente en trabajos literarios”. El segundo calificativo es perfectamente comprensible en castellano y se refiere a los individuos que sin merecerlo aparecen como autores del trabajo.
Estos fenómenos inadecuados existían desde antiguo, si bien de forma anecdótica o aislada. Sin embargo, en tiempos más recientes parecen darse de forma creciente y, en algunas circunstancias, casi sistemática. Virginia Barbour, Editora Jefe de la PLoS Medicine publicó no hace mucho un artículo editorial excelente sobre la materia (How ghost-writing threatens the credibility of medical knowledge and medical journals. Haematologica 2010; 95:1-2), señalando que estas prácticas amenazan la credibilidad del conocimiento médico y de sus revistas. Recomiendo su lectura detallada.
En los últimos años se han realizado varios estudios sobre la prevalencia de los escritores anónimos (negros) en la publicación de los ensayos multicéntricos promovidos por la industria farmacéutica alcanzándose cifras escalofriantes de entre 75 y 91%. Se trata de un aspecto particular de los llamados conflictos de intereses en la investigación científica, importante problema ético que he abordado en otros artículos. Por lo demás, es frecuente también que los expertos en estadística no aparezcan como coautores de los artículos de investigación, lo que hace aparecer los trabajos como menos fiables. El problema incide en el problema general de la propiedad intelectual. Pero no existen leyes internacionales idóneas para resolver estos conflictos.
En cuanto al autor huésped, se trata de un fenómeno muy antiguo y generalizado. Constituye una práctica habitual que el jefe de un equipo aparezca entre los coautores del artículo, aunque no haya participado de forma específica en ningún aspecto del mismo. Me viene a la memoria el catedrático de una disciplina clínica que llevaba esta conducta al extremo de figurar como primer autor de todos los trabajos científicos que salían de su grupo.
Procede recordar lo que señala sobre la autoría el Comité Internacional de los Editores de Revistas Médicas. El crédito de autoría debe basarse en varias condiciones: 1ª Contribución sustancial a la concepción y diseño, adquisición de datos, o su análisis e interpretación. 2ª Participación en el borrador del artículo o su revisión crítica respecto al contenido intelectual más importante. 3ª Aprobación de la versión final sometida a publicación. Algunas revistas no exigen el cumplimiento de las tres condiciones, pero sí la declaración de cual ha sido la contribución de cada autor al trabajo científico.
Como en tantos aspectos de nuestra profesión, también en el terreno de la autoría de los artículos científicos se requiere un estricto respeto por los principios éticos. Según ellos, los individuos que hayan contribuido sustancialmente al contenido de los trabajos deben figurar como coautores, y, por otro lado, todos los firmantes de un artículo, deben ser merecedores de esta condición.