El blog de Ciril Rozman

Archive for abril 2010

Células madre, una palabra autóctona que ha hecho fortuna

Posted by blogderozman en abril 27, 2010

El lenguaje médico español está intensamente impurificado por las palabras inglesas, no rara vez mal traducidas. En ocasiones esas impurezas no tienen otra importancia más allá de la falta de respeto por la propia lengua. Otras veces la situación es más grave, al darse una traducción conceptualmente incorrecta. Si al final, como suele suceder en la práctica, el término es bendecido por la Real Academia Española, el resultado no es nada edificante (véase mi artículo del 12-5-2009).

El nombre de célula troncal (“stem cell” en terminología anglosajona) se aplica a aquellas poblaciones celulares que tienen la capacidad de división permanente o ilimitada, y que originan células especializadas. El desarrollo humano comienza cuando un espermatozoide fecunda un óvulo creando una sola célula que tiene el potencial de crear el organismo entero. Este huevo fertilizado recibe también el calificativo de totipotente, lo cual significa que su potencial es total. En las etapas posteriores del desarrollo embrionario surgen otras células troncales más diferenciadas, como las pluripotenciales y multipotenciales, que siguen conservando la capacidad de división permanente y de originar células especializadas, aunque ya han perdido una parte de su potencialidad.

En algunos idiomas europeos se mantiene el concepto de célula troncal para designar esta estirpe celular. Así, en alemán se habla de la “Stammzelle”, en italiano de “cellula staminale”, y en francés de “cellule souche” (“souche” = cepa o tronco). En España, en cambio, ha surgido el término “celulas madre” que ha hecho fortuna. Un gran científico español César Nombela publicó en 2007 un precioso libro “Células madre. Encrucijadas biológicas para la Medicina: del tronco embrionario a la regeneración adulta”. En uno de los primeros capítulos pide disculpas por utilizar este término al señalar: “La expresión no puede ser más opuesta a las reglas de nuestra gramática. Se utiliza un sustantivo -madre- como adjetivo, pero además no se pluraliza, a pesar de que el sustantivo adjetivado se emplea en plural -células- “. Tras varias consideraciones adicionales confiesa: “Me he rendido, voy a hablar de células madre en las páginas que siguen, son las células que tienen “troncalidad” en distintos grados. Es el nombre que todo el mundo entiende”.

Desde que con mis colaboradores introdujimos en España el trasplante alogénico de médula ósea en 1976,  he trabajado extensamente con las células pluripotenciales de la hematopoyesis, razón por la cual el término de “células madre” inmediatamente atrajo mi interés. Hace bastante tiempo que intento identificar a quien introdujo esta palabra en España. He hablado con bastantes personas de ámbitos diferentes. En un encuentro casual con el entonces ministro Bernat Soria  -quien ha investigado sobre las células troncales de origen embrionario- comentamos el asunto. Llamé a César Nombela. Contacté con varias personas del Instituto Valenciano de Infertilidad. Tras defender con entusiasmo el nuevo término -por ser mucho más entrañable y humano que la botánica troncalidad- no supieron darme información sobre su autor. Alguien me comentó que la palabra se debe a un periodista anónimo. Me gustaría saber quien es para poder expresarle mi enhorabuena por el gran  éxito de esta expresión autóctona.

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Llenar un vaso o encender un fuego

Posted by blogderozman en abril 13, 2010

En los procesos de educación, en general, y de la médica en particular, se plantea no rara vez el dilema expresado en el título. Aunque la idea aparece referida históricamente por numerosos autores, fue probable el famoso dramaturgo ateniense Aristófanes (444 a.C. – 385 a.C) quien la expresara por primera vez con la frase: “Educar a los hombres no es como llenar un vaso, es como encender un fuego”. El historiador Plutarco (46 o 50 d.C. – 120 d.C) reincide diciendo:”El cerebro no es un vaso por llenar, sino un fuego por encender”.

Con anterioridad me he referido a la conveniencia de modificar nuestros planes de estudio de medicina en profundidad. Es obvio que los clásicos métodos basados en impartir la docencia por asignaturas, no son idóneos. En ellos, el cerebro del alumno es un vaso por llenar, pues va recibiendo una gran dosis de información teórica, con un importante reto memorístico, pero poca oportunidad de digerir las materias escasamente conectadas entre sí. El centro de este modelo es el profesor que, a medida que se produce el crecimiento de los conocimientos, habitualmente intenta aumentar el tiempo dedicado a su materia. El alumno es un sujeto pasivo que acumula unas grandes dosis de hechos teóricos al objeto de pasar los exámenes y, sobre todo, con la mirada puesta en la prueba MIR. Las explicaciones del profesor tienen escasa conexión con los problemas de la práctica médica, lo cual hace que este modelo, aparte de poco útil, resulte aburrido. Si a todas estas consideraciones se les añade la falta de práctica, resulta obvio que el licenciado recibe una formación deficiente.

¿Y cómo encender el fuego en el cerebro del alumno? La base del proceso consiste en fomentar el autoaprendizaje. Ello convierte al discente de un sujeto pasivo a un individuo activo quien va acumulando conocimientos gracias a su propia iniciativa. Aprender por sí mismo le va a servir no tan sólo durante los estudios de grado, sino que le será de enorme utilidad durante la formación profesional especializada y, sobre todo, para la educación médica continuada necesaria durante el resto de la vida. Nuestro sistema de residencia, durante el cual el MIR va adquiriendo una responsabilidad práctica creciente bajo una idónea supervisión, es en realidad un método de autoaprendizaje. Un método parecido debería implantarse para los estudios de grado. A mi juicio, el único modelo válido en tal sentido es el llamado plan de estudios orientado a la solución de problemas (véase mi artículo del 10-08-2009). Lamentablemente, a pesar de la llamada inmersión en el Espacio Europeo de Educación Superior, ninguna Facultad de Medicina de España ha apostado por una auténtica modernización de su enseñanza. Seguimos llenados los vasos  sin encender los fuegos.

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