Clásicamente no existía en nuestras Facultades de Medicina una preocupación especial sobre los aspectos docentes ni sobre la formación estructurada de los médicos en diferentes etapas. Sus comienzos se remontan a menos de medio siglo.
Corría el año 1970 y unas pocas decenas de personas nos recluimos tres o cuatro días en el Parador Nacional de Toledo. El promotor de la reunión fue el Dr. Antonio Gallego, catedrático de Fisiología de la Universidad Complutense de Madrid y un gran pionero en el campo de la educación médica. En efecto, introdujo por un tiempo un nuevo plan de estudios en su Facultad, llamado plan Gallego, y, además, junto a otros pioneros impulsó la fundación de la Sociedad Española de Educación Médica de la que fue el primer presidente en 1971. En la reunión de Toledo tuvieron también un importante papel el Dr. José Mª Segovia que sigue en la brecha, y también el Dr. Vicente Rojo quien había tenido interesantes experiencias docentes de tipo innovador en la Universidad de Cali (Colombia) A la vez nos acompañaron algunos expertos internacionales. Entre ellos me impresionó sobremanera el destacado endocrinólogo holandés Dr. Querido, quien en 1966 había liderado la creación de la nueva Facultad de Medicina en Rotterdam, la cual pocos años más tarde se incorporó a la prestigiosa Universidad Erasmus de la misma ciudad. También recuerdo la asistencia del Dr. Monge, rector de la Universidad católica de Lima (Perú) e hijo del descubridor del mal de las montañas. Asimismo me impresionó por su gran personalidad el patólogo y humanista mejicano Ruy Pérez-Tamayo. A la hora de redactar las conclusiones del encuentro, tuve el honor de colaborar en esta tarea, por lo que se refiere a la educación médica pregraduada, con el Dr. Segovia de Arana con quien compartimos después numerosas iniciativas en el campo de la Universidad y Sanidad españolas. El encuentro fue presidido por un alto oficial retirado del ejército estadounidense, pues así lo decidió la Macy’s Foundation, ligada a la conocida cadena estadounidense de los grandes almacenes del mismo nombre, la cual patrocinó la reunión. Alguien comentó que nos recluyeron en Toledo para que ningún invitado tuviera tentaciones de hacer turismo por Madrid y que de este modo la inversión realizada tuviera un buen fruto, como así fue. En efecto, como consecuencia de aquella reunión el Dr. Segovia de Arana organizó y presidió en Febrero de 1971 un Seminario de Educación Médica, durante el cual se difundieron los progresos en metodología educativa para su introducción en nuestras Facultades de Medicina.
Implantación del sistema MIR. Como consecuencia de los movimientos relatados, en 1978 se produjo el avance más importante registrado en España en el terreno de la educación médica: introducción de la formación postgraduada mediante el sistema MIR. Los que habíamos tenido algunas experiencias con las Escuelas Profesionales de especialización, nos percatamos de que estas seguían conservando todas las características de los estudios de licenciatura, básicamente teóricos. Recuerdo que alguien había calificado a los alumnos de estas Escuelas Profesionales como asistentes de gabardina y paraguas, para ilustrar su poca implicación en la formación práctica. La introducción del sistema MIR bajo la iniciativa del Dr. Segovia de Arana y del Ministerio de Sanidad fue una auténtica revolución que ha dado grandes frutos y es envidia de muchos países europeos. Tuve la fortuna de colaborar en este proceso como miembro de las primeras Comisiones de Medicina Interna y de Medicina Familiar. Como es bien conocido, el sistema consiste en que el licenciado se integre en los servicios clínicos y que vaya adquiriendo tareas de responsabilidad creciente bajo una idónea supervisión. De hecho se procedió a emular el sistema de residencia existente en EEUU de Norteamérica, con dos diferencias fundamentales. La más relevante es la que se refiere al método de selección. Mientras que en EEUU, un aspirante a residente contacta con varias Universidades solicitando su admisión, las cuales proceden a escogerlos mediante su propio mecanismo, entre nosotros se optó por un examen único y centralizado que sigue vigente. Al ser de tipo exclusivamente cognitivo, ha lastrado de forma negativa los estudios pregraduados. Se ha dado la paradoja de que el mayor progreso conseguido en España en el terreno de la Educación Médica, ha tenido como un efecto secundario adverso, un empeoramiento de la fase pregraduada. La segunda diferencia tiene que ver con el examen al final del período de formación MIR. En realidad esta evaluación estaba prevista también en España, pero una huelga de los mismos MIR impidió su puesta en práctica.
Nos encontramos en un momento particularmente crítico no tan sólo de la educación médica, sino de la formación universitaria en general, puesto que están en marcha numerosas reformas. En futuros artículos me ocuparé de todas estas cuestiones con más detalle.